
Lloraba tanto cuando te retaban, no podía entender como una criatura tan pequeñita y angelical se mandara alguna macana. Si te metías en alguna travesura no podía evitar agarrarte de la manito y alejarte de ahí.
- Ella no fue, no pudo haberlo hecho, no ven que esta conmigo.
Te mordía los cachetitos, me encantaban, parecían dos algodones de azúcar, pero me delatabas cuando te ponías toda roja, de la furia y de la sensibilidad de tu piel. Lloriqueabas un ratito, yo con culpa te consolaba ofreciéndome para jugar a lo que quieras o cantando una canción.
Todo el mundo, sorprendidisimo, disfrutaba de tu forma de ser tan sociable y charlatana.
- ¡Que hermosa nena!
Vivías persiguiéndome, hablando e inventando historias ¿De dónde sacabas tanta creatividad? La imaginación era algo que no faltaba en casa: nos la pasábamos disfrazadas, cantando, jugando con muñecas o dibujando. Vos siempre copiándome, aprendiendo, creciendo…
A la noche nos encantaba acostarnos todos juntos en la cama grande, pero a la hora de dormir…
- A la cama…
Derechito íbamos a acostarnos.
- Tengo medo
- ¿A que Rochita?
- No che, pedo domir con vos.
- No pasa nada. Te cuento un cuento ¿querés?
- Meno.
Y recién iba diciendo “había una vez…” cuando enseguida te quedabas dormida, no se como hacías, pero siempre te quedabas dormida antes que yo. Era una excusa ¿no? Eso de decir que tenías miedo y dormir abrazadas, para estar más tiempo juntas. Y era difícil dormir con vos, siempre hecha una bolsa de gatos rabiosos. Pero estabas dormida, tan buenita y encantadora, lindo momento para darte un besito en ese cachetón y abrazarte.
- Quedate quieta Ro... Estamos viendo una peli y si levantas la pata no veo...
Era imposible, la tranquilidad y la quietud no eran tus habilidades.
Eso te hacía distinta a mí, eso me encantaba y encanta de vos. Esa pícara sonrisa, esa traviesa mirada, esa respuesta cierta y directa y…aquellos impresionantes ricitos de oro, te hacen inolvidable, imposible de ignorar.
¿Cuánto te amo mi chiquita?: Hasta el cielo y Uruguay, es lejos, ¿no?
Siempre vas a ser mi bonita hermanita…
- Ella no fue, no pudo haberlo hecho, no ven que esta conmigo.
Te mordía los cachetitos, me encantaban, parecían dos algodones de azúcar, pero me delatabas cuando te ponías toda roja, de la furia y de la sensibilidad de tu piel. Lloriqueabas un ratito, yo con culpa te consolaba ofreciéndome para jugar a lo que quieras o cantando una canción.
Todo el mundo, sorprendidisimo, disfrutaba de tu forma de ser tan sociable y charlatana.
- ¡Que hermosa nena!
Vivías persiguiéndome, hablando e inventando historias ¿De dónde sacabas tanta creatividad? La imaginación era algo que no faltaba en casa: nos la pasábamos disfrazadas, cantando, jugando con muñecas o dibujando. Vos siempre copiándome, aprendiendo, creciendo…
A la noche nos encantaba acostarnos todos juntos en la cama grande, pero a la hora de dormir…
- A la cama…
Derechito íbamos a acostarnos.
- Tengo medo
- ¿A que Rochita?
- No che, pedo domir con vos.
- No pasa nada. Te cuento un cuento ¿querés?
- Meno.
Y recién iba diciendo “había una vez…” cuando enseguida te quedabas dormida, no se como hacías, pero siempre te quedabas dormida antes que yo. Era una excusa ¿no? Eso de decir que tenías miedo y dormir abrazadas, para estar más tiempo juntas. Y era difícil dormir con vos, siempre hecha una bolsa de gatos rabiosos. Pero estabas dormida, tan buenita y encantadora, lindo momento para darte un besito en ese cachetón y abrazarte.
- Quedate quieta Ro... Estamos viendo una peli y si levantas la pata no veo...
Era imposible, la tranquilidad y la quietud no eran tus habilidades.
Eso te hacía distinta a mí, eso me encantaba y encanta de vos. Esa pícara sonrisa, esa traviesa mirada, esa respuesta cierta y directa y…aquellos impresionantes ricitos de oro, te hacen inolvidable, imposible de ignorar.
¿Cuánto te amo mi chiquita?: Hasta el cielo y Uruguay, es lejos, ¿no?
Siempre vas a ser mi bonita hermanita…